jueves, 4 de febrero de 2016

El poder ambivalente de la compasión

John Lash
Traducción de Jacob Hasbun
Es con harta reticencia que abro una nueva sección de metahistory.org dedicada a una forma radical de activismo compatible con el objetivo y el credo de este sitio. El objetivo de metahistory.org consiste en proponer un mito futuro de co-evolución basado en la visión sofiánica de los Misterios. Va implícita en este objetivo la necesidad de superar la patología dominante en nuestra especie, de manera tal que un sendero de experiencia simbiótico y empático pueda ser posible en términos personales, sociales y globales. La condición humana, tal y como se presenta actualmente, no puede asumir o tan sólo autorizar un mito de co-evolución gaiano. En balde se formulará la visión y quedará manifiesto y al alcance de todos el mito orientador, porque las realizaciones efectivas de esta visión quedarán gravemente frustradas mientras las conductas de división, duplicidad y dominación sigan prevaleciendo sobre la compasión, la cooperación y el amor de la verdad.

Ulmata Bhairad con armas tántricas. En: Shamanism and Tantra in the Himalayas [Chamanismo y tantra en el Himalaya], de Ratsch, Muller-Ebeling, y Shahi, Inner Traditions, Rochester VT, 2002

El Factor Cólera
Entonces, ¿qué hacer? Numerosos son quienes creen que cambiando la humana condición al ritmo de una persona por turno se corregirá el curso de la especie humana. Hay quienes opinan que la transformación individual genera un efecto cuantittivo. La fecha del 21 de diciembre de 2012 focaliza especulaciones positivas según tal línea. Hay quienes dicen que el solo amor es suficiente para zanjar las dificultades y renovar al mundo. Otros se figuran que el hecho de exponer las tres D en la esfera social producirá eventualmente una fuerza de resistencia capaz de derrotarlas. No citaré las numerosas variaciones sobre este tema, que es ciertamente familiar a los lectores de este sitio. En lo que a mí toca, me pregunto si la transformación individual y su toma de partido por el amor, independientemente de su efecto final, social y global, consigue efectivamente cualquier efecto preventivo o disuasivo sobre los prepetradores de engaño y dominación. ¿Existen evidencias de que así ocurra? Por mi parte, yo no las veo. Pero acaso sea yo ciego ante ellas. Con todo, si se supone que la transformación individual sea válida, aún seguiremos confrontados con el problema de cómo enfrentar y vencer al MAL: el cual desafía a la bondad humana, opera en contra de la unidad simbiótica de la vida, y obstaculiza la capacidad de nuestra especia de sobrevivir y medrar. Diciendo «MAL» no me refiero a un principio cósmico aparte o por encima de nosotros sino a una resistencia autodestructiva enraizada en el potencial humano y que distorsiona ese potencial — una torcedura de nuestro potencial, que afecta negativamente nuestra capacidad para vivir y amar, ya sea colectivamente o individualmente.
Esta variedad de mal se manifiesta bastantemente en la esfera social, en las divisiones raciales y religiosas, en el engaño propagado por una educación dañosa, en la religión y los esquemas autoritarios y, en general, en la dominación de las mentes por obra de la familia, la cultura, los medios de comunicación y demás jerarquías que afianzan el orden social.
Así las cosas, ¿no sería aconsejable tomar medidas especiales para resolver el problema del mal en la sociedad? ¿Sería posible realmente superarlo si se lo confrontase directamente? ¿Qué género de acción sería preciso emprender? A través de la historia, la revolución violenta ha sido la respuesta cuando los males sociales han llegado a ser intolerables. Contémplense las revoluciones francesa y rusa. Mediante ese género de violencia los males son ciertamente afrontados, mas sólo para ser remplazados por otros males sociales. Contémplese la revolución maoísta en China. Para quienquiera haya estudiado las dinámicas internas de la historia, esta inversión es inevitable. ¿De qué manera Acción Ritual puede proponer algo diferente?
Acción Ritual propone una manera directa para desenmascarar y vencer al juego perpetrador de la tres D: división, duplicidad y dominación. Yo impugno la aserción según la cual los individuos que intencionalmenet dividen, decepcionan y dominan a los demás pueden ser doblegados si se los ama, si se les iradia amor, si uno se sume en un nimbo de amor, y así por el estilo. Si tales métodos consiguen inmunizarnos y procurarnos un benéfico derredor que afluye al ancho mundo, fallan por lo que hace a una confrontación directa con la maldad, o sea con las tendencias humanas autodestructivas que operan en la esfera social. Igualmente, quiero advertir que, al menos hasta cierto punto, entusiastas aserciones como estas son pretextos para continuar atrapados en una colusión entre víctima y perpetrador.
Habiendo dicho lo anterior, me importa precisar enfáticamenrte que no propongo al odio como opción alternativa para vencer a la perpetración – puesto que el amor (en mi humilde concepto) no basta para tal empeño. El poder detrás de la Acción Ritual es nó el odio sino la cólera. Negra cólera. Cólera transpersonal. De miedo de que alguien se vaya a espantar por este término extremadamente connotado – cólera -, invito a que se contemple esta noción: que la cólera bien pudiera tener su lado transcendente. Es algo que puede ser mirado como factor de la generosidad humana, y no solamente como traza negativa, destructiva, o reactiva. La naturaleza reboza de cólera. Gaia puede ser una diosa plena de cólera: considérese la diosa Sekmet, en la mitología egipcia – aquella con cabeza de león, por no citar sino a uno de los innumerables ejemplos existentes. La facultad de la cólera es innata en la naturaleza humana y muy extendida en el reino animal, entre los pájaros -, serpientes e insectos. Sugiero que la cólera sea mirada como una especie de recurso – incluso como un recurso moral – y no solamente como algo que debe ser condenado o reprimido.
Acción Ritual propone que se reconozca la cólera como recurso para afrontar victoriosamente las fuerzas que desafían a la bondad innata de la humanidad y obran en contra de la unidad simbiótica de la vida.
Los seis reinos
En el modelo budista de los Seis Reinos, es la cólera el atributo de los Asuras o Titanes. Los otros cinco reinos son los de los Dioses, Humanos, Animales, Espíritus y Demonios.¿Existirán derroteros específicos para afrontar y doblegar a la perpetración que sean idóneos para cada Reino? Es muy posible. Acaso valdría la pena que quienquiera que tuviese los redaños suficientes ahondase en este tema; con eso y todo, mi contribución personal se polarizará exclusivamente en los recursos primordiales del Reino de los Titanes: cólera y generosidad.
«Rueda de Vida» tibetana mostrando las Doce Conexiones, los Seis Reinos y los Tres Venenos. Copia de un fresco de templo en Sankar Gompa. En Foundations of Tibetan Mysticism, Lama Govinda, Rider & Co, London, 1969.

El Budismo tradicional precisa que los Seis Reinos son zonas de reencarnación totalmente determinadas por el karma, es decir acciones ciegas, compulsivas. Las Doce Conexiones (nidanas), que se reflejan pictóricamente alrededor del perímetro de la Rueda, son momentos causales y efectuales en el sinfín de los ciclos de reencarnación. Producen ellas renacimiento en los Seis Reinos, en donde las acciones son impulsadas eternamente por les Tres Venenos (dug sum) representdos por la serpiente, el gallo y el cerdo en el centro de la Rueda. Los Venenos son variablemente definidos como ignorancia (el cerdo), cólera (la serpiente) y deseo (el gallo), y según otras variantes, las cuales dejan a veces bastante que desear… Según mi interpretación, los Venenos son la división (el cerdo, la duplicidad (la serpiente) y la dominación (el gallo).
Atrapados en los mecanismos de la Rueda, los seres vivientes se encuentran sumidos en la ceguera de samsara, el ciclo sin fin de la repetición kármica.
Según la visión budista, cualquier acción efectuada por voluntad de los moradores de los Seis Reinos solamente generará más karma y les aumentará su abismamiento en el samsara. Bien que al corriente de esta argumentación, pongo en entredicho la noción de karma, considerándola como suposición no corroborada por la evidencia de la experiencia. El karma requiere un complejo proceso de archivamiento y un método cósmico de compensación por las obras realizadas. En muchos de sus aspectos, se asemeja a un sistema de penas y recompensas similar al aplicado por las religiones abrahámicas. Y lo que es aún más problemático: las pruebas de que el karma funciona dependen grandemente de la creencia en la reencarnación, pues la reencarnación posibilita el que acciones realizadas en una vida tengan sus consecuencias en otra subsecuente.
Por lo que a mí respecta, rechazo el karma; acepto empero la realidad de la reencarnación sobre la base de mis propias remembranzas y de gran cantidad de evidencias que la atestiguan. En suma, estoy convencido de que cierto género de reencarnación sí ocurre, por haberla experimentado diréctamente; pero no percibo en la reencarnación la evidencia de un proceso de causa y efecto kármico. Mis propias rememoraciones de «vidas anteriores» no suministran ninguna evidencia de un tal proceso, aunque contengan motivos recurrentes y acciones compulsivamente repetitivas – esquemas del destino, por así decir.
¿Qué pasaría, pues, si no hubiese causa y efecto kármicos, ni compensación moral, ni sistema de recompensa que rija la moralidad humana o el cósmos en general? Tal es la visión que es preciso adquirir para acomodarse con la Acción Ritual. En vez de negar rotundamente que el karma exista, propongo que diferamos provisoriamente todo juicio sobre esta materia. Es presumible que el karma sea una especie de cuento de hadas moralístico contado por pasivos vejezuelos, quienes procuran así prevenir travesuras de niños… Puestas así las cosas, estamos en el caso de desafiar a este estratagema paterno. La evidencia de la experiencia muestra que los perpetradores generalmente se salen con las suyas en sociedad, y que numerosísimas personas decentes que no practican la perpetración de las 3 D resultan lesionadas y sus vidas destruídas. No percibo compensaciones, en esta vida, por tales acontecimientos, y dudo de que se obtengan en otra vida.
Irresponsabilidad
Estas reflexiones plantean la cuestión de la responsabilidad. Del karma se dice que es una especie de proceso de responsabilización mediante el cual quienes actúan con bondad obtienen lo que se merecen, al igual que quienes actúan con maldad, o sea retribuciones opuestas que reflejan sus respectivas acciones. Es al menos lo que la leyenda con cuenta….
Pero la Acción Ritual toma por punto de partida una declaración tajante, que niega que exista responsabilización, o cualquier garantía de que los perpetradores serán señalados o sancionados. La impunidad es real. La vemos manifestarse todo el tiempo, quedar demostrada caso tras caso; entonces, ¿por qué persistimos en creer que la responsabilización sea un hecho y que haya de perpetuarse? Ciertos individuos cometerán las peores fechorías imaginables y saldrán bien parados. Tal es la realidad de la condición humana. La impunidad es un hecho consignado en abundancia en los archivos de la historia, salvo algunas raras excepciones a pie de página. Ejercicios de responsabilización como el tribunal de Nuremberg, o la tentativa de destitución de un presidente estadounidense por haber mentido acerca de ciertas caricias tórridas, no son sino meros rituales teatrales de aplacamiento. La reprobación pública y el señalamiento con el dedo son rituales catárticos que vienen muy bien a los perpetradores de las 3 D, porque pueden así quedarse tan campantes ejecutando sus fechorías como antes, mientras las gentes buenas y honorables se quedan como embelesadas por la ilusión de que la condenación de un puñado de malhechores tendrá un impacto positivo sobre el desarrollo general de los acontecimientos.
¿Y si la toma de conciencia de la perpetración del mal no cambiara nada al hecho de que se comete? Señalar con el dedo a los perpetradores acaso sea vana frivolidad y pérdida de tiempo. Si buscamos ejemplos de desenmascaramiento de la dominación y de la duplicidad que hayan conducido a una victoria sobre sus perpetradores y a la frustración de sus designios, comprobaremos seguramente que si bien tales ejemplos existen, existen escasa y ralamente. Los archivos de la responsabilización se caracterizan por una eficacia mediocre y cada vez más insatisfactoria.
Acción Ritual implica la aceptación del hecho desnudo de la ausencia de responsabilización en los asuntos humanos excepto la responsabilidad que se asume voluntariamente. Se puede contar con los perpetradores para que no tomen la iniciativa de responsabilizarse. Aquellos que escogen no ser responsables, no lo serán, y ni se les impondrá que lo sean, punto y aparte. La responsabilización existe, pero no puede ser impuesta a la fuerza o decretada. Acción Ritual es una opción a elegir si se reconoce que el arduo proceso de responsabilización de los perpetradores es una pérdida lastimosa de tiempo, a no ser que se trate de puro faroleo de cara a la tribuna o juegos de aplacamiento. Los humanos propenden a reclamar justicia, creyendo generalmente que Dios mismo la administra, y figurándose que sea un aspecto del plan cósmico. Pero, ¿qué pasaría si el plan cósmico no incluyese a la justicia, o a una garantía de que la verdad y la justicia prevalezcan al final?
¿Cuál es la respuesta moral apropiada en un mundo carente de responsabilización? O, para ser más precisos: ¿en un mundo en donde la responsabilización es exclusivamente voluntaria y no puede ser ni sonsacada ni impuesta a quienes no la asumen por sí mismos? En semejante mundo, ¿cómo han de actuar las personas responsables con respecto a las que se niegan a responsabilizarse?
John Lash

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